Me viene a la mente, observando estas escenas, aquella canción de Serrat -salvando gustos musicales, claro está- que decía "a menudo los hijos se nos parecen". Para bien y para mal. Invitan así las imágenes a una reflexión sobre nuestra conducta, la de los adultos, inmersos la mayoría de las veces en esa vorágine de acontecimientos diarios que nos llevan a comportamientos, reacciones impulsivas que seguramente critiquemos en los demás si es que de actores inconscientes nos convertimos en observadores. Pero, cuando en algún momento esto ocurre, hemos de ampliar nuestra mirada a los que vienen detrás de nosotros, esas "esponjas" gigantes que absorben e interiorizan cada gesto, cada palabra que les toca de cerca y que en algún momento tienen la capacidad de reproducir de manera instintiva , como se produce el aprendizaje natural.
Si pretendemos coeducar, debemos comenzar por educar. Y por reeducarnos. Educar y reeducarnos mediante la utilización de gestos simples, de palabras amables que seguro permanecen ocultas detrás de la coraza de agresividad que nos vamos construyendo a golpe de prisas que van mermando nuestra paciencia y nuestra tolerancia hacia los otros individuos y también hacia las cosas que nos rodean.
Cuando hay un niño, una niña que insulta, que maltrata el mobiliario, que pierde la paciencia ante las indicaciones de un adulto, cuando se produce una actuación de agresividad hacia el otro... preguntémonos en que espejo se miró ese niño, esa niña, y enseñémosle que existe otra realidad más amable.
1 comentario:
Qué buen vídeo! La verdad es que muchas veces no somos conscientes de que damos mal ejemplo a nuestros hijos.
Pero una cosa está clara: no es tanto que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran, sino que los demás nos van a tratar también como les tratamos a ellos.
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