Imaginábame yo que era, un poner, una ejecutiva o azafata de congresos con un mínimo de media neurona que llega a Sevilla y tiene que pasar varios días trabajando en el sitio que ven ustedes en la foto, que no es otro que nuestro Palacio de Congresos, sitio que con su sola presencia ha hecho crecer y dotarse de infraestructuras hosteleras, administrativas y viarias de primer orden al barrio en que se enclava. Y no era mucho esfuerzo de imaginación, porque hace apenas un año me vi en esas lides en Granada. Así que solo era cuestión de cambiar la ubicación del sueño.
Pero no. No podía sentirme élite ni siquiera imaginando que era un ejecutivo o azafato o congresista con mínimo de media neurona.
Todo por un carrillo cutre (el que en la fotografía se muestra y que lleva decorando el exterior del antedicho Palacio largos meses) en el que se publicitan dos prostíbulos. Cierto que es loable el acuerdo y la buena voluntad entre ambos a la hora de compartir espacio, ya que se suponen enemigos potenciales, pero ahí se acaba el mérito. Y se acaba el mérito no de ellos, puesto que cada uno vende lo que tiene y lo anuncia lo que puede.
Aquí se acabe el mérito de nuestros próceres del Ayuntamiento, que no se percatan de lo que el carrillo anunciador de furcias puede ofender al visitante o a la visitante.
Si es a la visitante, está claro el porqué. O los dos posibles porqués. El primero, el mal gusto que se supone a sus compañeros varones de trabajo, el que se dé por sentado que en cuanto un hombre sale de su casa está contratando sexo. El segundo, la carencia que se le atribuye a ella de esas mismas necesidades, porque en el carrillo no figura publicidad alguna de prostíbulo para señoras.
Si es al visitante, igual de mal me lo pones. Llegas con tu maletín, todo puesto y encorbatado, y lo primero que se te recuerda son tus bajos instintos. Vamos, que te están llamando putañero por la cara.
No sé, pero yo creo que no resulta mínimamente estético que la ciudad de la cultura ofrezca a sus visitantes congresistas: primero, prostitutas, y después.... pues no sé, porque no he visto carrillos o vallas que anuncien conciertos, teatros... o que describan los lugares que visitar en nuestra ciudad, que hay muchos, y, para relacionarse y divertirse, no te cuento.
La verdad es que en el Palacio de Congresos de Granada no te reciben anunciando putas.
Tendrán menos.
O más clase.
Pero no. No podía sentirme élite ni siquiera imaginando que era un ejecutivo o azafato o congresista con mínimo de media neurona.
Todo por un carrillo cutre (el que en la fotografía se muestra y que lleva decorando el exterior del antedicho Palacio largos meses) en el que se publicitan dos prostíbulos. Cierto que es loable el acuerdo y la buena voluntad entre ambos a la hora de compartir espacio, ya que se suponen enemigos potenciales, pero ahí se acaba el mérito. Y se acaba el mérito no de ellos, puesto que cada uno vende lo que tiene y lo anuncia lo que puede.
Aquí se acabe el mérito de nuestros próceres del Ayuntamiento, que no se percatan de lo que el carrillo anunciador de furcias puede ofender al visitante o a la visitante.
Si es a la visitante, está claro el porqué. O los dos posibles porqués. El primero, el mal gusto que se supone a sus compañeros varones de trabajo, el que se dé por sentado que en cuanto un hombre sale de su casa está contratando sexo. El segundo, la carencia que se le atribuye a ella de esas mismas necesidades, porque en el carrillo no figura publicidad alguna de prostíbulo para señoras.
Si es al visitante, igual de mal me lo pones. Llegas con tu maletín, todo puesto y encorbatado, y lo primero que se te recuerda son tus bajos instintos. Vamos, que te están llamando putañero por la cara.
No sé, pero yo creo que no resulta mínimamente estético que la ciudad de la cultura ofrezca a sus visitantes congresistas: primero, prostitutas, y después.... pues no sé, porque no he visto carrillos o vallas que anuncien conciertos, teatros... o que describan los lugares que visitar en nuestra ciudad, que hay muchos, y, para relacionarse y divertirse, no te cuento.
La verdad es que en el Palacio de Congresos de Granada no te reciben anunciando putas.
Tendrán menos.
O más clase.
1 comentario:
A mí también me salen los colores Meli.
Gracias por tu denuncia.
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