
Soneto V (Garcilaso)
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
En la muerte de Laura (Petrarca)
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
Versión de Alejandro Araoz Fraser
En El Renacimiento la literatura idealizó a la mujer amada hasta el punto de que el amor perfecto presuponía casi que no existiera el contacto del amante con el objeto de su amor. Un hecho que ya venía siendo tendencia desde las novelas de caballería y al que inapropiadamente se da el nombre de “amor platónico”. Los poetas renacentistas convertían en musa a una mujer elegida cuando menos caprichosamente, puesto que con frecuencia de ella conocían tan solo el rostro. El resto lo llenaba la imaginación del poeta, para atribuir a la amada las muy tradicionales virtudes de dulzura, espiritualidad, ternura... En la realidad estas mujeres solían estar casadas, y así también los mismos poetas. Pero, claro, el amor debía ser ideal y no aspiraba en absoluto a materializarse, ni siquiera con palabras. Las amadas de Dante y Petrarca murieron jóvenes, además, y con su muerte contribuyeron a inspirar más a sus poetas, puesto que el dolor era para ellos potente estímulo creativo.
Dante conoció a Beatriz Portinari (1265-1290) cuando era una niña de nueve años y no volvió a verla hasta nueve años después.
En
La Vida Nueva ( 1293) y en
La Divina Comedia ( 1307) se exalta con una mayor intensidad su profundísimo amor por ella. El día 8 de junio de 1290 murió Beatriz, apenas tenía 25 años. Dante, que había estado enamorado de ella desde que la vio por primera vez , recordó con la Vida Nueva las vicisitudes de un amor que -como el de Petrarca hacia Laura- no pudo extinguirse y que duró hasta después de la muerte. Dante, enfermo, tiene una visión que le presenta a su dama muerta, camino del cielo, entre coros de ángeles, mientras que la tierra queda cubierta por la tristeza y las tinieblas. No tarda en hacerse realidad la visión, y Beatriz muere.Ésta fue la primera obra literaria de Dante que, desesperado, decide escribir una obra literaria dedicada a Beatriz, como último monumento a su amor.
Si queréis saber más, aquí tenéis una
página dedicada a esta curiosa pasión.
Laura de Noves (1308-1348) fue la musa de
Petrarca, el aliento de su poesía, la inspiración de su vida. Conoció Petrarca a Laura en Aviñón, donde vivían ambos, un viernes santo. Fue verla y enamorarse. El nombre tuvo también su parte en el enamoramiento.Petrarca soñaba con la gloria, amaba los laureles. El Senado de Roma y la universidad de París le coronaron con el laurel de los poetas. Pero su auténtica corona de laurel, su inspiración, su pasión única e inextinguible era Laura. Fue el de Petrarca un amor romántico, apasionado, inspirado. Era Laura una mujer casada, y Petrarca un hombre de recta conciencia, por lo que siempre le atormentaron los escrúpulos sobre su relación con su amada, que no fue tan solo espiritual y poética. Pero sus versos nunca fueron profanados por nada que no fuerse la llama misteriosa de su pasión, la gentileza, el éxtasis intelectual, el deseo sofocado apenas nacido. Fue el carácter de amor imposible lo que hizo que se transformase su amor por Laura en amor poético, amor cortés. Gustaba hablar de la esclavitud a que le tenía sometido Laura. Murió Laura víctima de la peste que asoló Aviñón, y fue enterrada en la iglesia de los frailes menores de esta ciudad.
Nuestro poeta cortés por excelencia, Garcilaso,también tuvo a su amada ideal y lejana. Aunque en 1525 se casa con Elena de Zúñiga, en 1526 conoce a la que fue musa de gran parte de su obra: Isabel Freire, pero esta se casa con otro, lo que causó honda pena a Garcilaso. Murió también prematuramente en 1533 o 1534 («¡Oh tela delicada, / antes de tiempo dada / a los agudos filos de la muerte!»).
¿Románticos o masoquistas? Y ellas... ¿afortunadas o no, por esa devoción que en cierto modo, y en caso de conocerla, iluminaría sus vidas, limitadas quizá por un matrimonio de conveniencia, quizá sin amor? Y digo "quizá", porque, como veremos en la próxima entrega, las mujeres de cierta posición no carecían precisamente de vida erótica...