
Pues no sé yo, pero con la independencia sentimental y sexual que estamos logrando las mujeres, aunque sea trabajosamente y poquito a poco, pero que ya es patente y efectiva al menos en ciertos niveles culturales y sociales, a mí me chocan las letras de ciertas canciones.
Hasta ahora no me había fijado yo, pero he cambiado de piscina. Antes acudía a piscinas públicas y no había música, ni mala ni buena, en los vestuarios. Ni secadores de pelo, pero ese es otro tema. Ahora voy a un gimnasio privado, no porque mis posibilidades económicas hayan mejorado en absoluto, sino porque la "ciudad del deporte" ha cerrado la única piscina de 50m. con la que contábamos los que aspiramos a algo más que hacer vida social y chapotear un poquillo. Y, claro, nos ponen música, que ojalá no lo hicieran, porque todo es Miguel Bosé, o música pastillera, o Shakira (siempre la misma canción) o Mecano, o esa, la que voy a comentar ahora.
Se trata de unas señoras a las que ha dejado el novio o están en fase inminente de abandono. Aparte de desgarrárseles el alma, hacérseles su mundo trizas, no poder vivir ni un minuto más en esa soledad espantosa (declaraciones hechas con tanta exageración que no extraña ni un instante que las abandonen sus parejas por histéricas), en la mayoría de esas letras se ve una voluntad de aguante rayano en el masoquismo que nos asombra. ¿No teníamos ya esta fase superada?
Pues por lo visto no. Pongo por ejemplo una insufrible cancioncita que me recuerda mucho a una clásica copla que también comentaré. La letra, dentro de su incoherencia, lanza un mensaje de absoluta y voluntaria subordinación (la resumimos para no torturar a los lectores y lectoras):
PRETENDO HABLARTE Beatriz Luengo
Mon coeur a ses raisons mon amour
de n’pas t’appeler chéri
Toi tu veux que je t’aime,
moi je n’veux pas soufrir...
Pretendo hablarte y no decirte
que ya no se vivir si ya no estas aquí,...
Estoy pensado en ti, las horas pasan,
Tu ya no estas, yo ya no soy.
Comprende, cuando uno ama como lo hago yo
Con decir no es suficiente
Si es que me quieres como dices tú...
ven y hazme feliz...
Quizá mejor así, tal vez mañana
quiera morir por ti o vivir así
No se si pronto yo reciba tu llamada,
por si tardaras, yo te esperare sentada,
aquí sentada…
Verte a ti con otra y no sentirme idiota,
entre tantas otras cosas que pienso…
Que tú me quieres dejar y yo no quiero sufrir
Ay, que contigo me voy aunque me cueste a morir…
Ahora comparad las frases en cursiva con estos otros versos de una famosa copla de Quintero y Quiroga, interpretada por lo más destacado de la canción patria (también extractamos, para no alargar):
Me lo dijeron mil veces,
mas yo nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hacía; lo más que te preguntaba era que si me querías.
Y bajo tus besos en la "madrugá",
sin que tú notaras la cruz de mi angustia,
solía cantar:
Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos si te dejo de querer, que las campanas me doblen si te falto alguna vez.
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte (bis)
y sin embargo te quiero.
Vives con unas y otras y "na" se te importa de mi soledad; sabes que tienes un hijo y ni el apellido le vienes a dar...
Aquí las dos esperan sentadas y no tienen vida porque ÉL les falta. Más expresiva es la de la copla, desde luego, entre otras cosas porque la expresión es correcta (el letrista no se había fumado nada).
Las dos señoras esgrimen su pasión inconmovible como mérito supremo para recuperar al individuo. La canción española vuelve a tener más argumentos: lo quiere más que a la madre suya, ahí es nada. A las dos les ponen los cuernos, las dos aguantan. Para colmo de males y de masoquismo, la coplista tiene un hijo (la otra no, claro, hoy hay medios).
Pero ninguna manda al infiel a donde se merece. Es más, proclaman su fidelidad a toda prueba.Poco hemos cambiado: la copla ha renacido. Esa copla racial que hablaba de hembras desgarradas y heridas, pero firmes y constantes como rocas. Se sabía: la española cuando besa...
No sé si taparme los oídos o cambiarme de gimnasio.