viernes, octubre 20, 2006

Personajes femeninos en la literatura: Las brujas

CIRCERÍA

A estos hombres
los transformé en versitos
y los confiné libros y revistas
porque, con los tiempos
que corren, no es cosa
de andar encima procurándoles bellotas ni margaritas, para los días
de guardar.

En cuanto al Ulises, ese, de Ítaca,
díganle que de áspides, sapos
y mastodontes como él
tengo llena la sartén.
Además, el juego (circense)
de las resurrecciones
no es más una especialidad mía.
Yo ahora, tejo.
Créanme.

(Luisa Futoransky)


SECUELA

Impulsados por el imán de la calamidad
merodean y miran como si la casa
quemada fuera de ellos, o como si pensaran
que en algún momento algún escándalo pudiera escurrirse
de un armario asfixiado por el humo;
ni muertes ni heridas prodigiosas
sacian a estos cazadores de vieja carnaza,
de rastro de sangre de tragedia austera.

Madre Medea con su túnica verde
se mueve humilde como cualquier ama de casa por sus estancias en ruinas,
haciendo el inventario
de zapatos calcinados,
de tapicería empapada:
privada de la pira y la tortura,
la multitud le sorbe la última lágrima
y le vuelve la espalda.

(Sylvia Plath)

Circe fue una poderosa bruja que, con ayuda de hierbas, encantamientos o hechizos podía convertir a los hombres en animales, incluso crear vanas apariencias de bestias. Podía esconder la luna y el sol, mezclar poderosos venenos, mover los bosques, hacer temblar la tierra, llamar en su ayuda cada vez que quería a la Noche, el Caos o a Hécate.
No tuvo suerte con sus amores: Glauco, que amaba a su vez a una joven llamada Escila, a la que Circe, por celos, transformó en un horrible monstruo, pesadilla de navegantes; Pico, semidios, que por despreciarla terminó convertido en un pájaro carpintero.
Cuando Odiseo llegó a la isla de Eea mandó bajar a la mitad de la tripulación, quedándose él en su barco. Circe invitó a los marineros a un banquete, envenenando la comida con una de sus pociones, transformándolos en cerdos. Más tarde Circe se enamoró de Odiseo y le ayudó en su viaje de regreso a casa después de que él y su tripulación pasasen un año con ella en su isla.
Medea, sobrina de Circe, era también una peligrosa maga que llegó incluso a matar a sus propios hijos para vengarse por el abandono de su marido, Jasón.

Las brujas resultan siempre personajes siniestros en la literatura, seres temibles capaces de destruir a los hombres y cometer crímenes horrendos. En las historias mitológicas se las respetaba pero se las temía, y sus existencias son siempre solitarias y desgraciadas. Más tarde muchas mujeres fueron acusadas de brujería y condenadas a morir en la hoguera. Mujeres que se atrevían a experimentar con plantas medicinales y ayudaban con sus conocimientos a la gente en tiempos en que no se disponía de médicos y los hospitales no existían. Pero las mujeres con conocimientos en medicina inspiraban recelo, y el acusarlas de prácticas peligrosas o aberrantes disuadió a muchas de iniciar o proseguir sus prácticas de lo que aún no podía siquiera llamarse medicina.

A mí me gustan estos dos poemas donde se retrata a Circe y Medea como mujeres normales, felices, conformes o desgraciadas, pero normales.

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