La lectura de una noticia y dos reportajes en este fin de semana me han reafirmado aún más en mi idea de la suerte que tenemos, como seres humanos, de vivir en la sociedad occidental de la democracia y el bienestar. Hemos nacido con todo esto, y creo que no nos damos cuenta de que no es tan natural y tan corriente disponer de agua (y caliente! y abriendo un grifo!) cada día, ir a la compra y llenar el carro, tomar una cerveza con los amigos. Y en el caso de ser mujeres, poder trabajar, conducir un coche, lucir la ropa que nos gusta, divorciarnos...
De hecho, la conquista de estas libertades nos ha llevado muchos siglos, viene durando solo unas pocas décadas (las transcurridas desde la última guerra mundial) y son terriblemente frágiles: cualquier conflicto armado puede acabar con todo nuestro sistema de vida en tan solo unos días, incluso unas horas. Y en absoluto es difícil que se produzca.
Todos sabemos, aunque no lo veamos, porque queda un poco lejos, que la mayoría de la humanidad no disfruta de las mismas condiciones de vida que nosotros. En cuanto a bienes materiales y en cuanto a derechos humanos. En el caso de las mujeres la diferencia es todavía más dramática.
Irán: el decoro: En Irán, como casi todas las primaveras, los “guardianes de la moral” acosan a las mujeres. Más de tres mil detenidas por usar colores brillantes, dejar escapar del velo un mechón de cabello o ceñir demasiado la ropa a su cuerpo. La revolución islámica decretó que las mujeres debían taparse el pelo y llevar ropa larga y amplia que ocultara las formas de su cuerpo. Quienes ignoraban la norma podían ser flageladas, encarceladas y multadas. Aunque las mujeres intentan desafiar las estrictas normas del “decoro”, la situación no ha cambiado en demasía.
(Los vigilantes del decoro asedian a las iraníes. El País, 14-V-2007)
Afganistán, el burka: La situación de las mujerestras la caída de los talibanes sigue siendo básicamente la misma. Cierto que ya pueden trabajar, pero pocas lo hacen. En teoría el burka no es obligatorio, pero casi todas siguen llevando la agobiante vestimenta. No son libres de elegir esposo y tras la boda pasan a pertenecer completamente a su marido y la familia de este. De hecho, muchas jóvenes, entregadas a maridos generalmente mucho mayores que desde el principio las maltratan, optan por el suicidio como única salida a su desgraciada vida.
(Afganistán tras el burka. El País, 13-V-2007)
Irak: la lapidación: En Irak una chica de solo 17 años, enamorada de un musulmán, ha sido lapidada por hombres de su propia familia. Pertenecía a la secta yazidí, minoría religiosa kurda que prohíbe a sus adeptos el matrimonio con personas de otras etnias o religiones. Esta secta -una mezcla de islam, judaísmo y cristianismo- tiene muchas reglas: los varones no deben arrancarse ni un solo pelo, ni lavarse, ni siquiera la cara, y las mujeres tienen que ir siempre de blanco, y no pueden aprender a leer ni a escribir.
(Apedreada hasta la muerte (El País, 5-V-2007)
Y todas estas mujeres viven en el mismo planeta y en el mismo siglo que nosotras.
De hecho, la conquista de estas libertades nos ha llevado muchos siglos, viene durando solo unas pocas décadas (las transcurridas desde la última guerra mundial) y son terriblemente frágiles: cualquier conflicto armado puede acabar con todo nuestro sistema de vida en tan solo unos días, incluso unas horas. Y en absoluto es difícil que se produzca.
Todos sabemos, aunque no lo veamos, porque queda un poco lejos, que la mayoría de la humanidad no disfruta de las mismas condiciones de vida que nosotros. En cuanto a bienes materiales y en cuanto a derechos humanos. En el caso de las mujeres la diferencia es todavía más dramática.
Irán: el decoro: En Irán, como casi todas las primaveras, los “guardianes de la moral” acosan a las mujeres. Más de tres mil detenidas por usar colores brillantes, dejar escapar del velo un mechón de cabello o ceñir demasiado la ropa a su cuerpo. La revolución islámica decretó que las mujeres debían taparse el pelo y llevar ropa larga y amplia que ocultara las formas de su cuerpo. Quienes ignoraban la norma podían ser flageladas, encarceladas y multadas. Aunque las mujeres intentan desafiar las estrictas normas del “decoro”, la situación no ha cambiado en demasía.
(Los vigilantes del decoro asedian a las iraníes. El País, 14-V-2007)
Afganistán, el burka: La situación de las mujerestras la caída de los talibanes sigue siendo básicamente la misma. Cierto que ya pueden trabajar, pero pocas lo hacen. En teoría el burka no es obligatorio, pero casi todas siguen llevando la agobiante vestimenta. No son libres de elegir esposo y tras la boda pasan a pertenecer completamente a su marido y la familia de este. De hecho, muchas jóvenes, entregadas a maridos generalmente mucho mayores que desde el principio las maltratan, optan por el suicidio como única salida a su desgraciada vida.
(Afganistán tras el burka. El País, 13-V-2007)
Irak: la lapidación: En Irak una chica de solo 17 años, enamorada de un musulmán, ha sido lapidada por hombres de su propia familia. Pertenecía a la secta yazidí, minoría religiosa kurda que prohíbe a sus adeptos el matrimonio con personas de otras etnias o religiones. Esta secta -una mezcla de islam, judaísmo y cristianismo- tiene muchas reglas: los varones no deben arrancarse ni un solo pelo, ni lavarse, ni siquiera la cara, y las mujeres tienen que ir siempre de blanco, y no pueden aprender a leer ni a escribir.
(Apedreada hasta la muerte (El País, 5-V-2007)
Y todas estas mujeres viven en el mismo planeta y en el mismo siglo que nosotras.
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