martes, diciembre 23, 2008

Amparo López del Baño (siglo XIX)

Una por una
Y no podemos parar este río de muerte de mujeres a manos de sus maridos o parejas sentimentales. En este caso una mujer de una aldea de Galicia, Portas, del concello de Pontevedra: Mª del Carmen Barcala Rebolo, 42 años y seis hijos, estrangulada por José Torrado Núñez de 49, al parecer tras una discusión ¿por celos?.
Amparo López del Baño nació en Sevilla a principios del s. XIX. Fue mujer muy ilustrada en historia, filosofía, ciencias morales y astronomía; hablaba inglés, francés, alemán e italiano, conociendo a la perfección el latín. Viajó por toda Europa para completar su educación. La sociedad no concedía valor a su elevada inspiración poética y prefirió no publicar en vida. Se relacionó con los grandes hombres de su tiempo: Quintana, Ayala, Zorrilla, Alarcón y Martínez de la Rosa.
Dice Mª Jesús Soler Arteaga: "Amparo sabía que sus poemas no serían comprendidos por sus contemporáneos, no solo por la censura a la que la sometería sociedad de su tiempo por ser "poetisa", sino también y mucho más probablemente porque sabía que la expresión sincera y abierta de sus sentimientos amorosos no se encontraba dentro de las estrictas formas que la sociedad marcaba para una mujer.
Adelantarse a su tiempo tendría un coste mayor del que ella podía o quería pagar y por ello se censuró y no permitió que su obra viera la luz hasta después de su muerte. La publicación se la dejó encargada a D. Santiago López Moreno que 1892 se ocupó de la preparación del volumen y del prólogo en él daba noticia de la autora y trataba de explicar el motivo por el que no quiso que los poemas en los que exponía los deseos de su alma estuvieran al alcance del público"
Su poesía deja traslucir la existencia de un amor desgraciado. Solo sabemos que se retiró a su casa de San Juan de Aznalfarache donde seguiría escribiendo poesía como remedio para su mal.

¡AY DE MÍ!

¡Qué si he amado decís! Estos cabellos
antes de la vejez blancos y escasos,
la eterna palidez de mi semblante,
mis ojos abatidos y nubilados,
la orla azul que circunda mi mejilla,
el pliegue desdeñoso de mis labios
el eco melancólico y doliente
que de mi voz resuena cuando hablo,
el tosco desaliño de mi traje,
mi talle juvenil encorvado,
la expresión indolente y descuidada
de todo cuanto digo y cuanto hago,
la nube de tristeza y de amargura,
que cubre mi semblante ya hace años,
¿no están diciendo a voces, que es mi vida
un gemido de amor continuado?

Fuentes: Escritoras y pensadoras europeas



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