La violencia que ejerce una persona maltratadora sobre su víctima produce un efecto paralizante en quienes la contemplan (nótese que digo persona, no hombre). El miedo se instala a su alrededor y de eso se vale para llevar a cabo su agresión. Es el comportamiento primario, animal, basado únicamente en la ley del más fuerte, por un lado, y en el instinto de supervivencia, por otro.
Para acabar con eso las sociedades evolucionaron y elegimos a personas que defendieran el derecho a la vida, que nos protegieran de las agresiones por medio de leyes, y se crearon fuerzas de seguridad para hacer cumplir esas leyes. A pesar de los siglos que llevamos viviendo en organizaciones sociales aún no hemos domado la fiera que llevamos dentro y, en muchos casos, la violencia, la ley del más fuerte sigue siendo la imperante en nuestras relaciones, como ocurre en el caso de la violencia contra las mujeres. El último episodio ocurrió ayer en Barcelona cuando Jesús Mª P.A., de 40 años,acuchillaba a su ex pareja en plena calle. El sentimiento de solidaridad, de formar parte de un colectivo de seres humanos que debemos protegernos, el espíritu de ayuda al débil, algo que a lo largo de siglos de evolución y de educación ha calado en nuestro interior, hizo que dos hombres (Wilson, ciudadano de origen ecuatoriano, y Miguel Ángel, español) intervinieran para apartar al agresor de su víctima. De no haber sido tan rápida la reacción, la mujer sería hoy otro número más en la lista de asesinadas por violencia de género.
Afortunadamente la participación de estas dos personas no terminó como la de Jesús Neira que aún se recupera de los golpes del agresor tras ayudar a otra mujer.
El Departamento del Interior de la Generalitat de Catalunya otorgará la medalla al mérito policial a Wilson y Miguel Ángel por sus actuaciones. Es un ejemplo a seguir para frenar esta locura del uso de la violencia como medio para resolver los conflictos.
Traemos hoy aquí un poema de Juana Castro, poeta de Córdoba, leído por ella misma en la entrega de los II Premios Rosa Regás a materiales coeducativos elaborados en los centros de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.
Para acabar con eso las sociedades evolucionaron y elegimos a personas que defendieran el derecho a la vida, que nos protegieran de las agresiones por medio de leyes, y se crearon fuerzas de seguridad para hacer cumplir esas leyes. A pesar de los siglos que llevamos viviendo en organizaciones sociales aún no hemos domado la fiera que llevamos dentro y, en muchos casos, la violencia, la ley del más fuerte sigue siendo la imperante en nuestras relaciones, como ocurre en el caso de la violencia contra las mujeres. El último episodio ocurrió ayer en Barcelona cuando Jesús Mª P.A., de 40 años,acuchillaba a su ex pareja en plena calle. El sentimiento de solidaridad, de formar parte de un colectivo de seres humanos que debemos protegernos, el espíritu de ayuda al débil, algo que a lo largo de siglos de evolución y de educación ha calado en nuestro interior, hizo que dos hombres (Wilson, ciudadano de origen ecuatoriano, y Miguel Ángel, español) intervinieran para apartar al agresor de su víctima. De no haber sido tan rápida la reacción, la mujer sería hoy otro número más en la lista de asesinadas por violencia de género.
Afortunadamente la participación de estas dos personas no terminó como la de Jesús Neira que aún se recupera de los golpes del agresor tras ayudar a otra mujer.
El Departamento del Interior de la Generalitat de Catalunya otorgará la medalla al mérito policial a Wilson y Miguel Ángel por sus actuaciones. Es un ejemplo a seguir para frenar esta locura del uso de la violencia como medio para resolver los conflictos.
Traemos hoy aquí un poema de Juana Castro, poeta de Córdoba, leído por ella misma en la entrega de los II Premios Rosa Regás a materiales coeducativos elaborados en los centros de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.
Fuentes: Público
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