viernes, febrero 02, 2007

Personajes femeninos en la literatura: las madrastras


En nada más dulce que una víbora (Eurípides, Alcestis)

La madrastra en el folklore, en los mitos y, por extensión, en la literatura, ha sido siempre vista bajo una luz desfavorable, como agente de agresión e incluso como hechicera experta en venenos. Tan mala era la fama de las madrastras en la antigüedad que en latín, en lenguaje militar, novercae significaba «sitios desfavorables para la colocacion del campamento». Madrastras de la mitología clásica como Ino, esposa de Atamante, que quiso eliminar a sus hijastros para favorecer a los suyos. Atamante se había casado en primeras nupcias con Néfele, con la que tuvo dos hijos, Frixo y Hele. Pasado algún tiempo repudio a Nefele para casarse con Ino. De ella tuvo a Learco y a Melicertes. Ino, celosa de los primogénitos de su marido proyectó matarlos. Para hacerlo elaboró un diabólico plan. Primero convenció a las mujeres del país de que tostaran el trigo destinado a la siembra. Cuando los hombres sembraron el trigo no fructificó, por lo que Atamante acudió al oráculo de Delfos. Pero Ino sobornó a los emisarios, para que comunicaran al rey que las cosechas prosperarían de nuevo cuando Frixo y Hele fueran sacrificados a los dioses. En el momento de la inmolación, Zeus envió al vellocino de oro que tomó a los dos niños sobre sus lomos y se los llevó volando. Frixo consiguió salvarse, pero Hele cayó al mar y se ahogó.
Los epítetos que usa Virgilio para la madrastra son iniusta y saeva (injusta y cruel); Ovidio, scelerata, dira, terribilis (criminal, dura, terrible). Virgilio menciona unas frutas de Media que sirven de antídoto para el veneno de las madrastras. Cuenta que las madrastras suelen recoger un veneno que destila el útero de las yeguas en primavera y mezclarlo con hierbas mientras recitan conjuros. Ovidio subraya este mismo quehacer entre las muchas plagas que sobrevinieron a la humanidad al comienzo de la edad de hierro.
Medea misma intentó librarse de Teseo aún antes de ser su madrastra.Tras errar por distintos lugares en busca de protección, Medea llegó a la ciudad de Atenas, cuyo rey, Egeo, no sólo le ofreció hospitalidad sino que se casó con ella con la esperanza de que sus hechicerías le permitieran concebir un hijo pese a lo avanzado de su edad. La bruja cumplió sus expectativas teniendo de él un hijo al que llamaron Medo.
Cuando Teseo, el hijo secreto de Egeo, llegó a Atenas dispuesto a que su padre le reconociera como heredero, Medea lo tomó como una amenaza al futuro de su hijo, e intentó envenenarlo. Pero Teseo la descubrió y tuvo que huir de nuevo, esta vez con su hijo.
Incluso cuando la madrastra quiere al hijastro le hace daño. Fedra se casó con Teseo, que tenía un hijo, Hipólito, de su relación con la amazona Antíope. Fedra se enamoró de él nada más conocerlo, pero él la rechazó duramente, por lo cual ella, despechada, lo acusó ante su padre de haber intentado violarla y se suicidó. Teseo entregó a su hijo a la furia de Poseidón, quien envió un monstruo marino que espantó a los caballos de Hipólito, que fue arrastrado y resultó muerto.
También aparece en ocasiones manejando misteriosos filtros que bien pudieran ser venenos hechos para ser usados en un primer intento sin éxito de deshacerse de Hipólito, patente ya su desprecio. Sin embargo, puede pensarse también que se trataba de filtros amorosos.
Tras las historias míticas, los cuentos infantiles fueron los que más se ocuparon de esta temática, rescatando una figura no siempre maléfica para convertirla en tal. Este movimiento le permite al niño una cuestión primordial: conservar indemne la imagen interna de la madre buena, lo cual le brinda una plataforma de seguridad y le permite evitar que se sienta destruido al experimentar a su madre como una persona malvada.
Sirva de ejemplo también como muestra de continuidad en el folklore de la imagen de la madrastra como pérfida y bruja, este texto del cuento titulado Los dos hermanitos, en la colección de Grimm "Pero la malvada madrastra era bruja, y no le había pasado por alto la escapada de los niños...", como bruja también es la madrastra de Blancanieves, que introduce un potente veneno en una manzana.
No siempre aparecen como brujas, pero sí que lo hacen siempre como tiránicas y malvadas: así la madrastra de Cenicienta.
Y muchas "madres adoptivas" comparten en la literatura este dudoso honor de ser las malas: en Los miserables los Thenardier, familia de posaderos sin escrúpulos engañó en varias oportunidades a Fantina pese a saber su condición de madre soltera y pobre, para sacarle más dinero mientras Cosette, su hija, que había confiado a su cuidado, crecía en un ambiente hostil, maltratada por todos. Por supuesto, la culpable de la situación era la Thenardier, en mayor medida.
Las madrastras de los cuentos permiten al niño descargar en ellas todas las pulsiones agresivas sin tener sentimiento alguno de culpabilidad. Así, los cuentos representan una tranquilizadora disociación de la figura materna: la madre “de verdad”, esa, la buena en los cuentos generalmente ha muerto.
¿Hacemos los adultos algo parecido al retratar las madrastras en las novelas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo Meli, una vez más, el trabajo de las madrastras. Es un placer leer la actualización y concentración que haces de los mitos clásicos. Gracias a tu trabajo recordamos algunas historias ya olvidadas y descubrimos otras fascinantes que nos reafirman en la necesidad de seguir estudiando la cultura clásica.

Anónimo dijo...

Un placer descubriros, paisanos. Acabo de enlazaros en "Iguales en Las Tres Mil". Pasaremos a menudo por aquí. Fantástico blog.
Saludos