Esta imagen es normalísima, tanto que no tiene sentido escribir sobre ella. Llevo años nadando y he visto muchas veces grupos de natación para niños discapacitados, para bebés o niños muy pequeños, y son siempre sus madres quienes los acompañan. Nunca he visto a un padre. No opino, a lo mejor es que no tienen.
Pero hoy es que me ha sorprendido un pequeño detalle en la normativa de la piscina municipal del parque Alcosa, a la que voy hace un par de meses, tras el cierre de la de San Pablo. Cuando salí del agua esta mañana, encontré en el vestuario (de mujeres y niñas, por supuesto) a un niño. El niño estaba jugando, correteando, aparentemente solo. Le pedí que, si esperaba a alguien, lo hiciera fuera. Me metí en la ducha. Cuando salí, el niño seguía allí, ahora enfrascado en su consola. Al cabo de un rato, entró un niño más o menos de la misma edad (unos siete u ocho años), esta vez acompañado de su madre, que se dispuso a cambiarlo y ponerle el gorro y el bañador.
A la salida me dirigí al mostrador de recepción. Allí me informaron amablemente de que las madres podían entrar en los vestuarios con los niños menores de ocho años. De lo que no pudieron informarme era de por qué no utilizaban entonces el vestuario masculino. No sé, me dio la impresión de que la simple idea era un disparate.
Pero peor sonó cuando pregunté si mi marido podía entrar con mi hija pequeña en el vestuario para ayudarla a cambiarse. En el vestuario masculino, por supuesto.
Y también se me ocurre que podían ir los padres con ellos y cambiarlos en el vestuario que les corresponde. Pero de eso tampoco opino. A lo mejor es que no tienen.
Pero hoy es que me ha sorprendido un pequeño detalle en la normativa de la piscina municipal del parque Alcosa, a la que voy hace un par de meses, tras el cierre de la de San Pablo. Cuando salí del agua esta mañana, encontré en el vestuario (de mujeres y niñas, por supuesto) a un niño. El niño estaba jugando, correteando, aparentemente solo. Le pedí que, si esperaba a alguien, lo hiciera fuera. Me metí en la ducha. Cuando salí, el niño seguía allí, ahora enfrascado en su consola. Al cabo de un rato, entró un niño más o menos de la misma edad (unos siete u ocho años), esta vez acompañado de su madre, que se dispuso a cambiarlo y ponerle el gorro y el bañador.
A la salida me dirigí al mostrador de recepción. Allí me informaron amablemente de que las madres podían entrar en los vestuarios con los niños menores de ocho años. De lo que no pudieron informarme era de por qué no utilizaban entonces el vestuario masculino. No sé, me dio la impresión de que la simple idea era un disparate.
Pero peor sonó cuando pregunté si mi marido podía entrar con mi hija pequeña en el vestuario para ayudarla a cambiarse. En el vestuario masculino, por supuesto.
Y también se me ocurre que podían ir los padres con ellos y cambiarlos en el vestuario que les corresponde. Pero de eso tampoco opino. A lo mejor es que no tienen.
2 comentarios:
Como pones el dedo en la llaga Meli, siempre que das la vuelta a las cosas más cotidianas me sorprendo de lo que hacemos y que consideramos "normal".
Muy ocurrente Mely. Cuando llevaba a mi hija a la piscina coincidía con un papá que llevaba a su hija y la ayudaba en el vestuario de niñas y algunas niñas y mamás plantearon el problema a la dirección porque no aceptaban que un hombre entrara en el vestuario femenino.
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