La doctora iraní Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz 2003, impartió un conferencia sobre Los derechos humanos en Irán, el pasado 19 de febrero, en el salón de actos del Pabellón de México, actual dependencia de la Universidad de Sevilla.
Shirin Ebadi es una abogada iraní defensora de los Derechos humanos, la primera mujer musulmana que recibe un premio Nobel. Graduada en Leyes en Teherán en 1968 llegó a ser la primera mujer juez de su país en 1969 y más tarde doctora en 1971.
Tras la Revolución Islámica de 1979 fue depuesta y relegada a trabajos administrativos y poco después a la vida doméstica. Solicitó pasar a la práctica privada y ha intervenido en numerosos casos de violación de derechos humanos especialmente en mujeres y niños.
A pesar de la difícil situación de la mujer en Irán ha optado por vivir en su país y trabajar desde dentro en el ejercicio de la abogacía y la defensa de los más desvalidos. Por ejemplo es la abogada de los siete miembros líderes de la religión bahá`i, que desde hace nueve meses están encarcelados y, según sus palabras, "Durante ese tiempo no me han dejado verles ni me han dado permiso para que pueda leer su documentación."
Shirin Ebadi es una abogada iraní defensora de los Derechos humanos, la primera mujer musulmana que recibe un premio Nobel. Graduada en Leyes en Teherán en 1968 llegó a ser la primera mujer juez de su país en 1969 y más tarde doctora en 1971.
Tras la Revolución Islámica de 1979 fue depuesta y relegada a trabajos administrativos y poco después a la vida doméstica. Solicitó pasar a la práctica privada y ha intervenido en numerosos casos de violación de derechos humanos especialmente en mujeres y niños.
A pesar de la difícil situación de la mujer en Irán ha optado por vivir en su país y trabajar desde dentro en el ejercicio de la abogacía y la defensa de los más desvalidos. Por ejemplo es la abogada de los siete miembros líderes de la religión bahá`i, que desde hace nueve meses están encarcelados y, según sus palabras, "Durante ese tiempo no me han dejado verles ni me han dado permiso para que pueda leer su documentación."
Foto: Recibiedo el Premio Nobel
En la conferencia hizo un recorrido por la situación de la mujer en el mundo a lo largo de los últimos 50 años. Reconoció los grandes avances legislativos producidos en los países occidentales con las leyes de igualdad pero destacó que la mujer sigue encargada de las tareas familiares lo cual impide la práctica de esa igualdad. Así la mayoría de los puestos políticos o de responsabilidad económica son de hombres. Y recordó que el sueldo de la mujer aún es cerca de un 25% menor que el del hombre.
En África señaló que existen situaciones muy diferentes en cada país y que el peso de leyes tribales es mucho más fuerte, de ahí que perduren prácticas como la ablación o que las familias prefieran que sus hijas se formen en el cuidado de la familia y consideran inútil enviar a una chica a la universidad.
En los países musulmanes la discriminación es de otra manera y varía mucho de uno a otro: en Arabia Saudí antes no eran consideradas ciudadanas y no podían obtener certificado de nacimiento; ahora sí, pero aún no pueden conseguir un permiso para conducir un coche. En Bahrein, Yemen o Kuwait las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda y no pueden tener los mismos derechos que los hombres; la poligamia es legal y el valor de la mujer está en función del nº de hijos varones que tenga; incluso se las llama no por su nombre sino por el nombre del hijo varón.
En Afganistán, aunque actualmente hay cuota femenina en el Parlamento, las costumbres son tan fuertes que si una mujer critica al gobierno automáticamente es expulsada del Parlamento. Solo en Kabul las mujeres son relativamente libres, en el resto del país la mujer sigue bajo el burka.
En Irak la intervención militar ha producido un rebrote del fundamentalismo y la situación de la mujer es peor que en la época de Saddan Hussein.
En África señaló que existen situaciones muy diferentes en cada país y que el peso de leyes tribales es mucho más fuerte, de ahí que perduren prácticas como la ablación o que las familias prefieran que sus hijas se formen en el cuidado de la familia y consideran inútil enviar a una chica a la universidad.
En los países musulmanes la discriminación es de otra manera y varía mucho de uno a otro: en Arabia Saudí antes no eran consideradas ciudadanas y no podían obtener certificado de nacimiento; ahora sí, pero aún no pueden conseguir un permiso para conducir un coche. En Bahrein, Yemen o Kuwait las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda y no pueden tener los mismos derechos que los hombres; la poligamia es legal y el valor de la mujer está en función del nº de hijos varones que tenga; incluso se las llama no por su nombre sino por el nombre del hijo varón.
En Afganistán, aunque actualmente hay cuota femenina en el Parlamento, las costumbres son tan fuertes que si una mujer critica al gobierno automáticamente es expulsada del Parlamento. Solo en Kabul las mujeres son relativamente libres, en el resto del país la mujer sigue bajo el burka.
En Irak la intervención militar ha producido un rebrote del fundamentalismo y la situación de la mujer es peor que en la época de Saddan Hussein.
En Irán más del 65% de los universitarios son mujeres. Hace más de 50 años que las mujeres obtuvieron el derecho al voto y llegaron al Parlamento antes que Suiza. Tras la revolución islámica un grupo de mujeres han permanecido como parlamentarias (13 en la actualidad). Muchísimas mujeres son profesoras universitarias, pero el gobierno actual ha aprobado leyes que son discriminatorias como por ejemplo un hombre puede tener 4 mujeres y se puede divorciar sin problemas; en cambio es casi imposible que una mujer consiga el divorcio . El valor de la vida de una mujer es exactamente la mitad de un hombre; en un accidente el seguro paga el doble por un hombre. El testimonio de dos mujeres vale lo mismo que el de un hombre en un juicio. Para viajar la mujer tiene que tener el permiso escrito del marido. Esta ley no es compatible con la vida política de una mujer. Ejemplo, la silla de una parlamentaria en Naciones Unidas depende del capricho del marido.
No obstante existe un movimiento feminista pero desde las casas y así han conseguido pequeños cambios como que la custodia de los niños pase a las mujeres, logro conseguido en 2004.
Ebadi rechaza la idea occidental de atribuir esta situación al islam y pone ejemplos ilustrativos: la mutilación genital tiene más importancia en familias cristianas o primitivas africanas, es una cuestión más cultural que religiosa. En la India los asesinatos o suicidios de mujeres, tras la muerte del marido y el ser repudiadas por los maridos se da en familias hindúes. En China el gobierno ha prohibido las ecografías para acabar con los abortos de niñas y los chinos no son musulmanes. En Europa hay iglesias que permiten el aborto y en otras no; hay musulmanes que lo permiten y otros que no. El Islam tiene distintas interpretaciones según los países: En Pakistán, país musulmán, Benazir Bhutto llegó a ser primera ministra. La lapidación o cortar una mano a un ladrón se practica en Irán, pero no en Túnez, Egipto o Marruecos.
En conclusión, resumió Ebadi, existe un carácter dominante de los hombres y es cierto que se utiliza, en muchos casos, la religión para justificar esos comportamientos. De ahí la necesidad de establecer una diferencia tajante entre religión y estado para desmontar esos argumentos.
Y hay que luchar contra la educación machista, que tradicionalmente transmiten las mujeres, y hay que desarrollar una formación democrática: a mayor democracia menos discriminación. Democracia para la población entera, porque no puede haber democracia solo para la mitad de la población de un país. Pero la democracia no es un accidente y no se consigue de un día para otro, ni por imposición de un país fuerte sobre otro dominado, es un proceso histórico que debe ir evolucionando día a día. Y serán los movimientos feministas los que vayan cambiando esa cultura y los que traigan la democracia a un pueblo.
Así terminó su intervención subrayando la necesidad de apoyar a los movimientos feministas como impulsores de la democracia, de la igualdad entre hombres y mujeres y de los derechos humanos.Ebadi rechaza la idea occidental de atribuir esta situación al islam y pone ejemplos ilustrativos: la mutilación genital tiene más importancia en familias cristianas o primitivas africanas, es una cuestión más cultural que religiosa. En la India los asesinatos o suicidios de mujeres, tras la muerte del marido y el ser repudiadas por los maridos se da en familias hindúes. En China el gobierno ha prohibido las ecografías para acabar con los abortos de niñas y los chinos no son musulmanes. En Europa hay iglesias que permiten el aborto y en otras no; hay musulmanes que lo permiten y otros que no. El Islam tiene distintas interpretaciones según los países: En Pakistán, país musulmán, Benazir Bhutto llegó a ser primera ministra. La lapidación o cortar una mano a un ladrón se practica en Irán, pero no en Túnez, Egipto o Marruecos.
En conclusión, resumió Ebadi, existe un carácter dominante de los hombres y es cierto que se utiliza, en muchos casos, la religión para justificar esos comportamientos. De ahí la necesidad de establecer una diferencia tajante entre religión y estado para desmontar esos argumentos.
Y hay que luchar contra la educación machista, que tradicionalmente transmiten las mujeres, y hay que desarrollar una formación democrática: a mayor democracia menos discriminación. Democracia para la población entera, porque no puede haber democracia solo para la mitad de la población de un país. Pero la democracia no es un accidente y no se consigue de un día para otro, ni por imposición de un país fuerte sobre otro dominado, es un proceso histórico que debe ir evolucionando día a día. Y serán los movimientos feministas los que vayan cambiando esa cultura y los que traigan la democracia a un pueblo.
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