Una noticia de escándalo

Hoy tengo que decir que he comenzado el día “alucinando en colores”. Casi que desayuné con la sorprendente noticia de que una juez alemana ha negado el divorcio rápido a una musulmana de origen marroquí maltratada por su marido (la mujer en cuestión tiene nacionalidad alemana). La decisión la fundamenta en el derecho del marido a golpear a su mujer recogido en el Corán. La sura 4,34 del Corán justifica la violencia contra las esposas rebeldes. La mujer, que se había casado por el rito musulmán, debía conocer esas costumbres, en opinión de la magistrada.

En cambio, un portavoz del Consejo Central de los Musulmanes en Alemania sostiene, en un artículo publicado en el diario Berliner Zeitung, que la Justicia debe aplicar la Constitución alemana y no el Corán. Apelando a la sensatez de la que parece carecer la juez, diría yo.

Por supuesto que semejante fallo judicial (nunca mejor dicho lo de fallo) ha levantado una fuerte polémica. Faltaría más: la presidenta de la Federación de Juristas Alemanas, Jutta Wagner, asegura que el caso es "escandaloso a la vista de los esfuerzos actuales para que los inmigrantes acepten nuestras reglas". La organización feminista Terre des Femmes exige la apertura de un proceso disciplinario contra la juez. La iniciativa la apoyan también representantes de los dos partidos que gobiernan en Alemania. El conservador Ronald Pofalla, ha declarado que si el Corán está por encima de la Constitución sólo queda por decir "adiós, Alemania".

No solo “Adiós, Alemania”. Incluso podríamos decir “Adiós, Europa”, puesto que nada humano nos es ajeno por cuanto humanos somos. Esta noticia me ha hecho recordar otra que también hemos leído o escuchado esta semana: Los colegios británicos podrán elegir libremente el prohibir o no a sus alumnas musulmanas llevar velos que cubran su rostro.

Y eso a su vez me recuerda que en 2004 La asamblea del estado de Baden-Wuerttemberg, en el sur de Alemania, prohibió el uso del velo islámico a las maestras en las escuelas. Y que en Francia se ha prohibido su uso también hace tiempo, lo que dio lugar en su día a una fuerte oleada de protestas.

Hay quien opina que el velo es solamente un símbolo religioso, equiparable a una medalla o una cruz, por poner un ejemplo. Y hay quien opina, como Francois Hotard, especialista en Sociología de la Religión, que “Vivimos en una sociedad plural en términos culturales y no podemos imponer nuestras reglas universalmente como si fueran la manera superior de comportarse”. Pero no es tan sencillo.

En primer lugar, el velo no es solo un símbolo religioso. Es un indicador de la sumisión femenina al hombre en el islam. Está relacionado en su origen con la tradición que impedía a las jóvenes elegir por sí mismas la pareja para el matrimonio; su invisibilidad, cubriéndose lo más posible, estaba motivada por el hecho de que no debían atraer la atención de ningún hombre, porque era la familia la que se encargaría de buscar marido para ellas. Ya casadas, el uso del velo tiene su base también en la sumisión: para el hombre es una cuestión de prestigio que su mujer vista según la tradición, porque de otro modo su autoridad se cuestionaría.

De justificar entonces el uso del velo a llegar a una decisión judicial como la que comentamos en principio solo hay un paso. ¿O ni siquiera eso? Y no es cuestión solo de machismo. Las leyes han de ser iguales para hombres y mujeres, pero también han de ser iguales para todos los ciudadanos. Sin discriminación por razón de sexo, ni de religión. Así de simple o así de complicado.

Fotografía de Suse Kew